El cambio de la piel es inevitable a lo largo de la vida, ya que el organismo se somete a distintas transformaciones y procesos que tienden a alterar su apariencia. Además, el deterioro natural que precede al envejecimiento puede provocar la flacidez de la piel, la deshidratación, así como la pérdida de su elasticidad natural.
Los primeros signos del envejecimiento que aparecen en la piel, principalmente en el rostro, están asociados al paso de los años y los cambios que se producen en el organismo. Sin embargo, estos pueden ser más o menos notorios, de acuerdo con diversos factores como la alimentación, el estilo de vida, los buenos o malos hábitos, además del cuidado de la piel que se haya tenido durante su vida.
Según explica el Instituto Nacional del Envejecimiento de los Estados Unidos, es normal que la piel tenga alteraciones con la edad, usualmente tiende a ponerse más delgada, perder grasa y lucir menos tersa y radiante. “Las venas y huesos se pueden ver más fácilmente. Los rasguños, cortes o golpes pueden tomar más tiempo en sanar. Años de broncearse al sol o de pasar mucho tiempo a la luz del sol puede resultar en arrugas, sequedad, manchas por la edad y hasta cáncer”, precisa la entidad.
Aparte de estas condiciones, algunos adultos mayores también pueden notar resequedad en la piel que, si bien se puede presentar en el rostro, es más común que afecte a los codos y el interior de las piernas y brazos. La piel seca se caracteriza por una textura áspera y escamosa, según explican desde el Instituto.
Entre los factores que favorecen la resequedad de la piel se enlista la falta de líquidos, la exposición continúa y excesiva al sol, estar en un sitio con aire muy seco, el estrés, la pérdida de las glándulas encargadas del sudor y aceite, una condición frecuente en esta etapa de la vida.
Asimismo, otras afecciones de salud pueden aumentar las probabilidades de tener la piel seca, tales como la diabetes o las enfermedades renales.
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